
den conseguir también en muchos casos unas condiciones lumínicas satisfactorias, porque las plantas flotanes en la superficie del agua reciben la máxima intensidad luminosa, dada su proximidad a las lámparas. Lógicamente se tendrá que prestar atención a que la demanda luminosa de las plantas subacuáticas no quede desvirtuada por las plantas flotantes, es decir, hay que instalar en cualquier caso un mayor número de lámparas. En modo alguno se debe permitir que las plantas flotantes ocupen la mayor parte de la superficie del agua. Se las colocará con preferencia en aquellas zonas en las que puedan ser útiles para tamizar la luz. Por ejemplo, la luz verde tamizada por el helécho flotante es la que más conviene a las plantas esciófilas (= amantes de la sombra) como son algunas especies de Cryptocoryne, en cuyo caso nos encontramos en cierto modo ante una luz filtrada de forma natural.
Puede ocurrir que el acuariófilo tenga que habérselas involuntariamente con plantas flotantes, por ejemplo con las pequeñas lentejas de agua Lemna minor de nuestra región que se arrastra por lo general con comida viva. Lo mucho que medran están plantas en el acuario se pone de manifiesto por lo mucho que cuesta acabar con ellas. Algunos ejemplares, que se pasan por alto en el momento de vaciar los peces, pueden volver a cubrir la superficie del agua en poco tiempo, lo cual no siempre es deseable. Igual tendencia a la proliferación masiva tiene el pequeño helécho Azolla caroliniana, pero sólo en condiciones lumínicas óptimas (luz diurna). A pesar de todo el empeño puesto en el cultivo, algunas plantas flotantes no dejan de ser «huéspedes transitorios» (aunque interesantes) del acuario. Su avidez por la luz es demasiado grande como para poder saciarla a largo plazo en las condiciones artificiales del acuario doméstico.
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